El narcisismo como metáfora
Apuntes personales sobre la obra de Christopher Lasch "La Cultura del Narcisismo" (1979).
No sabe lo que ve; pero se abrasa por aquello que ve, y el mismo error que engaña a sus ojos los incita.
— Metamorfosis, Ovidio (Traducción de Gredos).
Jack Mason utiliza el término libros Amazon Prime para describir aquellos libros que se compran impulsivamente, casi sin pensar, porque alguien los ha mencionado en un artículo, en X o en un podcast, y que llegan al día siguiente a tu puerta sólo para permanecer inmaculados en tu estantería, sin ser leídos jamás, acompañando a otros libros Amazon Prime que están ahí por razones similares. Menciona esto en un contexto más amplio: la imposibilidad física y temporal de que personas que parecen estar terminalmente en línea hayan leído todo el canon occidental, a juzgar por las fotos de sus bibliotecas que publican, donde los libros aparecen impolutos y con pocas, si es que alguna, marcas de uso.
No puedo negar que se me puso la cara colorada al escuchar esto, ya que básicamente, estaba describiéndome. En mi defensa, diré que no tengo otros vicios: mi renta disponible de milenial consumista, hasta que fui padre, se destinaba principalmente a la aspiración de construir una biblioteca casi perfecta. Quería contar con obras imprescindibles que iría leyendo cuando me apeteciera y que, además, estuvieran disponibles para una descendencia futurible. En realidad, éstos son los mismos motivos por los que mi padre se dejó estafar por el Grupo Planeta, para que mi hermano y yo tuviéramos acceso a todo el conocimiento humano en forma de la Gran Enciclopedia Larousse y la colección completa de Clásicos Universales de la Literatura1. Gracias a eso, un verano de mi adolescencia tardía, aburrido, cogí al azar Rojo y Negro de Stendhal, sin saber absolutamente nada sobre él y quizás pensando que tendría algo que ver con el anarquismo. Curiosamente, una obra que cambiaría mi vida, en la que el destino es un tema central, fue escogida por mero azar.
La razón por la que abuso del lector con anécdotas personales es que el motivo por el cual leí la obra que nos ocupa, La Cultura del Narcisismo de Christopher Lasch, fue porque estaba en mi estantería por ser precisamente un libro Amazon Prime. Lo comencé casi por casualidad, igual que Rojo y Negro, sin saber mucho sobre él, aunque movido esta vez por el sentimiento de culpa de católico andaluz de interior2. Curiosamente, terminó convirtiéndose en otro libro fundamental en mi forma de entender el mundo, hasta el punto de que casi se ha convertido en mi nueva personalidad de manera casi paródica, incluso aparachiquesca3. Ya no hay evento o suceso que no comente diciendo “Lasch también habla de esto”.
Christopher Lasch fue un historiador y sociólogo estadounidense que centró su obra en explorar el impacto del consumismo y la burocracia en la cultura moderna. Aunque no es un conservador stricto sensu, su crítica al individualismo extremo y su énfasis en la decadencia de las estructuras tradicionales pueden colocarle como alguien cercano a las tesis conservadoras, aunque escéptico con el capitalismo, especialmente el financiero. Publicada en 1979, La cultura del narcisismo ofrece una crítica clarividente y aun vigente más de 40 años después de la sociedad occidental moderna, examinando el impacto cultural y psicológico de la sociedad industrial, la burocratización y el individualismo.
Desde el siglo XX, el capitalismo requiere estructuras y modos de funcionamiento cada vez más complejas que alejan al individuo no sólo del producto de su trabajo, lo que Marx denominaría como alienación, sino también de su comunidad y del sentido común. Lasch sostiene que esta crisis política refleja una crisis cultural más amplia en Occidente, caracterizada por la desesperanza y la desorientación existencial. El liberalismo clásico se ha vuelto obsoleto, ya que no fue concebido para una sociedad industrial y la política de masas, por lo que carece de herramientas adecuadas para comprender instituciones modernas como el Estado de bienestar o las corporaciones multinacionales. Esto degenera en una apatía política interpretada como desconfianza hacia un sistema percibido como corrupto, mientras que surge una dependencia creciente de expertos y burócratas. Estas figuras se vuelven imprescindibles para el funcionamiento de un mundo cada vez más complejo, lo que lleva al individuo a abandonar el escepticismo y el sentido común, confiando ciegamente en estos profesionales. Además, estos expertos y burócratas terminan siendo autorreferenciales, centrando su actividad en generar más necesidad de expertos en lugar de resolver efectivamente los problemas para los que son contratados. Esto genera en el individuo una sensación de abandono frente a un mundo cuyo entendimiento parece sobrepasar incluso a quienes poseen la mejor formación académica.
Dada esta situación, surge en los individuos lo que Lasch denomina un “giro hacia uno mismo” (inward turn), directamente relacionado con el auge del narcisismo. Aunque Lasch no ofrece una definición propia de narcisismo, aclara que no se refiere al sentido coloquial del término, como sinónimo de egocentrismo, ni como el usado por las mujeres cafelito4 o las swifties5 para describir a sus ex-novios tirando de psicología pop. Tampoco se refiere al análisis más serio de ciertos críticos culturales, lo que fue denominado la “década Yo” por Tom Wolfe6, que Lasch menciona como ejemplo. Lasch parece asumir un conocimiento previo de conceptos psiquiátricos, especialmente los de Freud, ya que emplea el término narcisismo en su sentido patológico específicamente. Para comprender plenamente el análisis de Lasch, tuve que dejar su obra temporalmente y leer el ensayo de Freud7 sobre este tema, publicado en 1914.
Según Freud, el narcisismo es un proceso en el que la líbido8 se dirige hacia el yo (ego) en lugar de a objetos externos. Freud habla de dos tipos de narcisismo, el primario y el secundario. Freud describe el narcisismo primario como un estado normal en el desarrollo infantil, donde el individuo enfoca su energía en sí mismo, antes de establecer vínculos libidinales externos. Más adelante, el narcisismo secundario ocurre cuando la líbido, que estaba previamente dirigida hacia los objetos, se retrae hacia el yo, situación que es observada en casos patológicos como la esquizofrenia9.
Freud compara el narcisismo primario y el secundario distinguiendo entre un proceso normal del desarrollo infantil y una regresión defensiva en la vida adulta. El narcisismo primario es una fase inicial y necesaria, en la cual la libido se enfoca en el propio yo, lo que observamos claramente en un bebé que se percibe como un dios al ver que sus necesidades son inmediatamente satisfechas por otros en cuanto lo reclama mediante el llanto. Este estado provee una base de apoyo fundamental para el desarrollo sano del individuo, ya que interioriza una suerte de convencimiento de que tiene en su entorno a personas que le ayudarán si lo necesitase, desde aquí, se aventurará al mundo exterior y gradualmente empezará a enfocar su interés hacia objetos externos. En contraste, el narcisismo secundario aparece cuando un adulto, enfrentando una crisis o situación amenazante, sufre una regresión que lo lleva a redirigir la libido hacia sí mismo. Este retroceso funciona como un mecanismo de protección o refugio ante una realidad percibida como hostil o abrumadora.
Dejando la palabrería de judío neurótico y volviendo a la obra que nos ocupa, lo mencionado al final del párrafo anterior es fundamental para entender el análisis de Lasch, ya que su tesis descansará sobre esta noción de que el narcisismo (secundario) surge en los individuos como modo de defenderse en un entorno que les es hostil. El narcisismo es la estructura de una personalidad profundamente afectada por el contexto socio-cultural moderno. Según Lasch, el narcisismo refleja un intento de hacer frente a las tensiones y ansiedades de la vida contemporánea, marcada por una creciente dependencia burocrática y la falta de satisfacción en las relaciones personales y laborales. Para él, este narcisismo no está tan ligado a la auto-admiración, como a una sensación de vacío interior e inautenticidad.
Para resumir la tesis principal de la obra en un solo párrafo, podríamos decir que el individuo, ante el colapso de las estructuras y modos tradicionales y el auge de un sistema económico y un entorno cultural, político y social cada vez más intrincados, se encuentra desprovisto de las herramientas clásicas para hacer frente a las incertidumbres y sinsabores de la vida (como la religión, la tradición, el apoyo familiar, el sentido común, etcétera). Como respuesta a esta soledad, asume rasgos típicos del narcisista patológico, como los delirios de grandeza, que lo llevan a creer que es autosuficiente y capaz de todo por sí solo. Esto luego se manifiesta en otros rasgos del narcisismo patológico, como la desconexión de la realidad, el desdén por los sentimientos de los demás y la búsqueda de admiración superficial, que refuerzan la ilusión de ser un ser completamente autónomo, sin necesidad de nada ni de nadie fuera de sí mismo.
Lasch no presenta estas definiciones como un diagnóstico clínico, sino como una metáfora. Lo relevante no es si los individuos padecen de narcisismo patológico en un sentido literal, sino que se comportan como si lo padecieran. Una consecuencia lógica de esta idea es que quienes realmente tienen tendencias narcisistas encuentran las condiciones ideales y los incentivos perfectos para prosperar. En un sistema burocrático y económico que valora la imagen sobre el rendimiento, el narcisista encuentra un terreno de juego favorable en ámbitos como la política, la administración pública y la empresa privada.
Según Lasch, los narcisistas explotan las estructuras burocráticas modernas mediante una manipulación hábil de las relaciones interpersonales y un cuidado meticuloso de su imagen. Estas estrategias les permiten no solo sobrevivir, sino también destacar en entornos donde se valora más la “visibilidad”, el voluntarismo y la capacidad de proyectar una apariencia constante de éxito, más que el mérito real. La burocracia moderna, al desalentar los vínculos personales profundos y enfatizar la dependencia de la validación externa, crea un ambiente propicio para que el narcisista obtenga la aprobación constante necesaria para mantener su autoestima. Unido a la superficialidad de la cultura de la imagen, esto genera una ética de “supervivencia social”, donde las habilidades de manipulación y encanto se vuelven esenciales para alcanzar el éxito10.
Lasch traza históricamente la aparición de este fenómeno comenzando con la ideología original en la fundación de los Estados Unidos, basada en los valores puritanos de trabajo diligente y frugalidad, la famosa ética protestante del trabajo de la que hablaba Weber. Es importante resaltar algo que Lasch no menciona pero que resulta esencial para comprender esta ideología: en la cosmovisión calvinista, esta actitud hacia el trabajo se justifica porque teólogos puritanos, como Richard Baxter, consideraban que la segunda venida de Cristo debía encontrarte ocupado en algo útil. De aquí se deriva una función clave: estos esfuerzos no son para uno mismo, sino que buscan la disciplina y contribución al bien común como fin en sí mismos.
Esta mentalidad se refleja en las primeras obras de autoayuda de la segunda mitad del siglo XIX11. Sin embargo, como comenta Lasch, durante la primera mitad del siglo XX, con el auge del capitalismo fordista, surge una clase media más amplia, lo cual intensifica la competencia por acceder a puestos de mando y expande exponencialmente los productos de consumo. Este cambio introduce una transformación cultural que se ve reflejada en un cambio en la literatura de autoayuda, que pasa de promover valores como el esfuerzo, la humildad y el ahorro hacia una búsqueda del éxito centrada en el beneficio individual y, a menudo, de tono cínico12.
Este proceso se degrada progresivamente hasta culminar en la década de 1970 con la aparición de movimientos como el New Age e incluso la denominada Teoría Queer. Aunque el lector podría pensar que este análisis se centra exclusivamente en una evolución ideológica dentro del contexto estadounidense, es importante señalar que, aunque no compartamos la misma trayectoria histórica, el resultado final nos afecta igualmente, dado que Estados Unidos es el hegemón global y vivimos bajo su influencia cultural.
Lo descrito en los párrafos anteriores crea un ambiente que da lugar a lo que Lasch denomina “sensibilidad terapéutica”, un producto psicológico y cultural de la sociedad moderna, en el que el foco principal es el bienestar personal, la salud mental y la seguridad física, los cuales prevalecen sobre objetivos fuera del individuo como la salvación espiritual o los fines colectivos, que como se ha discutido ampliamente en los últimos años, dejaron de ser una opción. La personalidad derivada de esta sensibilidad terapéutica no está guiada por el sentimiento de culpa, como en marcos morales anteriores, sino por la ansiedad, la necesidad constante de validación y el ensimismamiento.
Lasch relaciona el auge del narcisismo con la transición desde la represión victoriana hacia una cultura de indulgencia que promueve la satisfacción inmediata y el hedonismo superficial. En épocas pasadas, la represión y el autocontrol formaban parte de los valores fundamentales de la sociedad, lo que, aunque limitante, proporcionaba una estructura en la que los individuos podían desarrollar un sentido de un propósito trascendental. Sin embargo, en la cultura moderna, la permisividad ha reemplazado a la represión, promoviendo una búsqueda incesante de gratificación instantánea13 sin considerar las consecuencias a largo plazo. Este cambio no ha producido una sociedad más libre o más feliz, sino una en la que las personas se sienten vacías y sin propósito. La falta de restricciones no ha liberado a los individuos de la angustia y la culpa producidas por la represión, sino que ha fomentado una forma de autocomplacencia insatisfactoria. Lasch argumenta que, en lugar de aspirar a fines trascendentes o a una participación genuina en la acción comunitaria, la personalidad terapéutica está centrada en gestionar sus emociones, evitar conflictos y asegurar su bienestar inmediato. La psicoterapia sustituye a la religión, convirtiéndose en un fin en sí mismo que ofrece confort y mera “supervivencia psíquica”, en lugar de conectarse con un contexto social o histórico más amplio.
El narcisista moderno evita a toda costa depender de otros, lo que lleva a relaciones superficiales y al énfasis en la autosuficiencia. Existe una necesidad generalizada de mantener la autonomía personal a cualquier precio, afectando gravemente los lazos sociales. El crecimiento personal se enmarca en este contexto terapéutico, donde los individuos se enfocan en su propia comodidad psicológica, a través de la industria de la autoayuda, más que en su mejoramiento ético o moral. Esto se refleja en una falta de participación en asuntos públicos, ya que estos a menudo chocan con sus intereses personales. Este fenómeno es lo que Lasch denomina el “giro de la política al ensimismamiento”, lo cual debilita la capacidad transformadora de los movimientos políticos y convierte la acción colectiva en algo decepcionante. Esta desilusión surgió tras el fracaso de los movimientos radicales de los años 1960 para lograr cambios sociales a mejor14. En lugar de perseverar en el intento, las personas se volvieron hacia sí mismas. Lasch se refiere a este fenómeno como el inward turn mencionado más arriba, un repliegue en el que los individuos se concentran exclusivamente en cómo podrían cambiarse a sí mismos; de aquí surgen ideas como “revisarse los privilegios” o la “misoginia internalizada” en el discurso feminista. Para Lasch, este repliegue es una forma de renuncia, en la cual los individuos dejan de creer en algo más allá de sí mismos y, como consecuencia, pierden la fe en las posibilidades de la política15.
Aunque podría parecer que Lasch erró en su análisis en este particular, especialmente al observar la sobrepolitización de la década de 2010. Primero habría que decir que esa sobrepolitización sólo se dio en un sector muy particular de la población. Pero incluso aceptando que la sobrepolitización sea generalizada, un análisis más profundo revela que esta sobrepolitización está caracterizada por un enfoque en asuntos que, en realidad, responden a necesidades personales. Tanto el activismo de los podemitas en España como el de los estudiantes woke en el ámbito anglosajón, encubren realmente una forma de resolver traumas individuales16 y de reforzar su imagen de ser buena persona17. Este tipo de activismo dista mucho de la acción colectiva y la solidaridad de los viejos sindicalistas, los cuales probablemente Lasch tendría en mente, es decir, el activismo político no es más que otro medio de expresión para la personalidad narcisista, el cual convierte su mundo interior en el exterior, además de buscar validación externa a través de posicionamientos ideológicos fatuos y desconectados de la realidad.
En definitiva, a medida que la religión y las grandes ideologías de la Modernidad se derrumbaban y perdían su atractivo, los individuos comenzaron a buscar en la psicoterapia no sólo una ayuda para afrontar sus propios problemas personales, sino también como un método para enfrentar las consecuencias de la desintegración de los lazos familiares y de modos vitales que primaban télē trascendentales18, sean éstos a través de la religión cristiana o de sus alternativas en forma de escatologías laicas.

El gag recurrente en mis grupos de chat y mencionado anteriormente de “Lasch también habla de esto” tiene como base que Lasch literalmente analiza todos los aspectos de la sociedad, a saber: administración pública, política, empresas, educación, justicia, familia, relaciones personales y deporte, y describe cómo una mentalidad anterior en estos ámbitos fue reemplazada por esta cultura del narcisismo. Lo expuesto hasta ahora es un resumen de lo que considero más importante sobre La cultura del narcisismo y que está entretejido a lo largo de toda la obra. No es mi intención hacer un resumen completo del libro, pues este artículo ya es bastante extenso; además, quiero dejar algo para el lector interesado en leer la obra completa, para que pueda apreciar los ejemplos concretos que Lasch utiliza para reforzar su tesis. Lo que sí quiero hacer es comentar brevemente otro de los conceptos clave de la obra, lo que él llama “Nuevo Paternalismo”.
Para ello, conviene comenzar con un aspecto que Lasch señala: la pérdida de perspectiva histórica y la preocupación exclusiva con el presente. Argumenta que la pérdida de una conexión significativa con el pasado impide a las personas situarse en una narrativa histórica y entenderse como parte de una sucesión generacional. Este fenómeno lleva a que la sociedad moderna viva para el momento, sin una preocupación genuina ni por el pasado ni por el futuro. Las tradiciones y costumbres se ven como elementos obsoletos o triviales, y cualquier intento de integrar el pasado en la discusión contemporánea se descarta como mera nostalgia. La sociedad, entonces, pierde una de las principales fuentes de valores y enseñanzas, lo que, a su vez, contribuye a una erosión de la identidad cultural y de la conexión intergeneracional.
Este proceso de individualización extrema también contribuye al declive de la autoridad. Lasch observa que la autoridad, en su sentido tradicional, estaba vinculada a la responsabilidad y al cuidado dentro de estructuras familiares y comunitarias. Sin embargo, en la sociedad moderna, la autoridad se ha transformado en una burocracia tecnocrática que carece de un fundamento moral y que cuyo telos es generar aún más burocracia, como ya se ha dicho. Esta nueva forma de autoridad es menos personal y está más enfocada en la administración y la gestión de las personas como partes de un sistema19. La pérdida de la autoridad familiar y educativa es particularmente evidente: los padres, los maestros y las figuras de autoridad tradicionales ya no son respetados ni influyen en la formación moral, siendo reemplazados por el sistema burocrático que establece normas y reglas impersonales que no ofrecen ningún tipo de guía. Este cambio introduce efectos de calado en la familia, que pierde su rol como unidad central de la vida social, y en la educación, que ya no se enfoca en el desarrollo crítico y moral del individuo, sino en su adaptación a un sistema estandarizado. Esta forma de autoridad tecnocrática y burocrática exacerba la dependencia de los individuos del sistema del bienestar, mientras que socava su sentido de responsabilidad, así como sus propias habilidades y capacidades.
Una vez se aúnan la pérdida de la perspectiva histórica y la transformación de la autoridad hacia una burocracia tecnocrática culminamos en lo que Lasch denomina el “Nuevo Paternalismo”. Este concepto describe un sistema de control que, bajo una aparente permisividad, en realidad profundiza la dependencia de los individuos hacia el estado y las estructuras burocráticas. Al eliminar las bases morales de la autoridad tradicional y reemplazarlas con normas impersonales y técnicas de administración, el Nuevo Paternalismo despoja a las personas de su de su capacidad de valerse por sí mismas y de su autoridad personal. En lugar de guiar a los individuos hacia una verdadera autorrealización o fortalecer su identidad cultural, fomenta una sociedad de desarraigados y dependientes, sumidas en la autoabsorción y el consumo superficial. Este sistema paternalista se presenta como “benevolente y liberador”, pero en realidad es algo más oscuro, mantiene a los ciudadanos en un estado de infancia perpetua, incapaces de actuar fuera de las estructuras que los sostienen y manipulan.
El resultado de todo esto es resumido por el propio Lasch en el capítulo X y que reproduzco abajo (traducción propia20):
Las nuevas élites [n]o se identifican con la ética del trabajo y la noblesse oblige, sino con una ética del ocio, el hedonismo y la autorrealización. [El Nuevo Paternalismo] ha reemplazado la formación del carácter con la permisividad, la salvación de almas por la salud mental, la justicia ciega con la justicia terapéutica, la filosofía con las ciencias sociales, la autoridad personal con una autoridad igualmente irracional de los expertos, [h]a sustituido imágenes de la realidad por la realidad misma, [h]a creado nuevas formas de analfabetismo incluso en el acto de establecer un sistema de educación universal. Ha socavado a la familia mientras intentaba rescatarla. Ha desgarrado el velo de la caballerosidad que moderaba la situación de inferioridad de las mujeres y ha puesto a ambos sexos cara a cara como antagonistas. Ha expropiado el conocimiento del trabajador sobre su oficio o el instinto maternal de la madre para la crianza y ha reorganizado este conocimiento como un corpus teórico esotérico accesible sólo para los profesionalmente acreditados. [E]stas cosas se han hecho a plena luz del día y, en general, con buenas intenciones.
Por último, queda por ver si Lasch propone alguna solución a toda esta problemática. Conviene recordar que el autor estadounidense es, ante todo, un sociólogo, no un ideólogo, por lo que se limita principalmente al análisis. Esto, lejos de ser una debilidad, refuerza indirectamente un punto mayor que la misma obra evidencia: los intentos de los ideólogos por diseñar la sociedad desde teorías abstractas, como se ha demostrado desde principios del siglo XIX, siempre acaban en una sociedad mucho peor21.
En definitiva, Lasch nos presenta un retrato de la sociedad moderna, donde el narcisismo se convierte en síntoma de una falta de esperanza, consecuencia de los experimentos ideológicos de políticos y burócratas. Esta condición, según él, no es una simple indulgencia individual, sino el reflejo de una crisis cultural más profunda. Lasch sostiene que la pérdida de sentido histórico, la trivialización de las tradiciones y la desconexión de los lazos comunitarios han creado un vacío existencial que el individuo moderno intenta desesperadamente llenar a través del ensimismamiento y la búsqueda constante de aprobación. Sin embargo, este esfuerzo por obtener un bienestar emocional perpetuo sólo intensifica la sensación de vacío y fracaso personal.
Volviendo al punto mencionado más arriba, podemos asumir que Lasch puede percibirse como alguien con una sensibilidad conservadora, por lo que no propone soluciones revolucionarias, tampoco es un reaccionario, no busca retornar a un estado previo. Como menciona el fragmento citado más arriba, admite que hemos llegado a este punto porque las intenciones eran buenas. A diferencia de otros autores22, no atribuye un valor intrínsecamente negativo a nuestro estadio civilizatorio y tecnológico. Al contrario, lo que ofrece es un enfoque que podríamos asumir como conservador, para el que necesita varias frases para expresar, pero que nosotros, afortunados hablantes del español, podemos resumir en una sola palabra: apechugar.
Aceptar nuestras limitaciones y nuestra dependencia de la naturaleza es fundamental para enfrentar los desafíos de la modernidad. Lasch propone que, en lugar de buscar una autosuficiencia tecnológica o perseguir ideales utópicos de dominio sobre la naturaleza, la humanidad debería adoptar una actitud de gratitud y reconocimiento de los límites inherentes de la realidad. Esto fomentaría una madurez emocional y una comunidad más equilibrada, en lugar de vernos como seres completamente autónomos y omnipotentes o caer en un proceso neurótico de autoexamen constante, obsesionados con analizar qué nos pasa.
Para ilustrarlo de otra manera, Andrew Huberman podrá ir a terapia tres días a la semana23 , podrá gastar cientos de miles de dólares en suplementos (cuyo único efecto en el cuerpo es ser desechados por el sistema excretor) e incluso optimizar cada aspecto de su vida; sin embargo, nada de eso lo librará de que un día cualquiera en San Francisco un vagabundo adicto al fentanilo lo mate de una puñalada. En otras palabras, simplemente hay que sanar.
Ficha Técnica — La cultura del narcisismo de Christopher Lasch
Título original: The Culture of Narcissism: American Life in an Age of Diminishing Expectations
Primera Publicación: 1979
Edición Analizada: Norton, 2018
Editorial: W. W. Norton & Company
Número de Páginas: 304
Si entiendes estas referencias, no tienes 21 años.
Con todo el dinero que he gastado, en algún momento tendré que leerlos y amortizar la inversión.
Idea para comedia disparatada: Viajar al pasado para evitar que Alasdair MacIntyre escriba Tras la virtud.
Se puede definir a las mujeres cafelito, también referidas online como tías xulísimas, como un determinado tipo de fémina occidental de clase-media alta y progresista que piensa que puede resolver los complejos del mundo quedando a tomar café con sus amigas. También referida en el mundo anglosajón como AWFL (Affluent White Female Liberal).
Taylor Swift ha convencido single-handedly a todas las menores de 40 del globo de que sus ex-novios son todos unos “narcisistas”. Tienen razón, pero no por lo que ellas piensan.
Wolfe, Tom. The "Me" Decade and the Third Great Awakening. Publicado originalmente en New York magazine, 23 de agosto de 1976, Estados Unidos.
Freud, Sigmund. Introducción del narcisismo (Zur Einführung des Narzißmus). 1914.
De nuevo, es importante no entender este término en su mera acepción coloquial, sino como “la energía psíquica de los deseos y las pulsiones sexuales”, como una fuerza impulsora del instinto (id).
Otro término usado por Freud que no se corresponde completamente con el usado coloquialmente (una enfermedad mental de gallegos que oyen voces y matan a hachazos a sus padres), sino que hay que entender la esquizofrenia en este contexto como una falta de contacto con la realidad y un exceso de foco en el mundo interior.
Todo esto explica la política de la Administración Sánchez y su énfasis en la Com-Pol.
El término autoayuda tiene su origen en una obra de 1859 de Samuel Smiles llamada Self-Help. Aunque el autor es británico, es importante tener en cuenta que, al fin y al cabo, los puritanos eran colonos ingleses, como también el mencionado Richard Baxter lo era.
Ejemplos paradigmáticos de esto son Cómo ganar amigos e influir sobre las personas de Dale Carnegie y Piense y hágase rico de Napoleon Hill, los cuales siguen vendiendo millones de copias a día de hoy.
Imprescindible resaltar que aquí Lasch estaba hablando de la sociedad americana de los de los 1960s y 1970s, cuando Mark Zuckerberg no había ni nacido, ergo, las redes sociales no han hecho más que exacerbar un problema que ya tenía 30 años cuando Facebook apareció por primera vez.
“[A] mejor” es la clave. Cambios sociales fundamentales fueron introducidos por los movimientos radicales de los 1960, lo relevante es que fueron claramente a peor.
En su sentido aristotélico, no el sentido barato actual de la politiquería.
El paso de de Irene Montero como ministra de Igualdad puede entenderse exclusivamente sabiendo que es licenciada en psicología y que Podemos era una especie de harén de Pablo Iglesias y Errejón.
Almudena Grandes, en un reportaje con Thais Villas, literalmente reduce ser de izquierdas a “ser buena persona”.
No somos aquí precisamente escépticos de la búsqueda de apoyo psicológico, lo que se intenta criticar es el uso de la psicoterapia para lidiar con problemas que superan por mucho al individuo y que están totalmente fuera de su control.
Esta situación llega al paroxismo con la figura del decision maker de la administración británica, la cual fue reflejada en la película I, Daniel Blake. Como Ken Loach es un comunista vago, tengo que decir que, en este caso particular, el decision maker tenía razón.
Me he tomado algunas licencias estilísticas para concentrar en esta cita puntos más amplios que Lasch menciona en otros lugares del mismo capítulo. Cursivas y negritas son propias.
El fondo del Loira, picando piedra en Siberia o en el konzentrationslager.
Hay para todos los gustos Walter Benjamin, Jacques Ellul, Oswald Spengler e incluso Ted Kaczynski.
Huberman ha mencionado esto varias veces tanto en su podcast como en otros a los que ha sido invitado. No soy sospechoso de ser un hater de Huberman, más bien todo lo contrario, simplemente lo elijo como ejemplo por mera autoparodia y por clickbait.
"Tocqueville también habla de esto"
- Christopher Lasch, probablemente