Tito Livio - Historia de Roma desde su fundación (Libro I)
Un comentario diletante sobre el primer libro de Ab Urbe Condita
Como ya mencioné en una entrada previa, estamos haciendo una lectura colectiva de primera década de Tito Livio, para posteriormente pasar a los comentarios de Maquiavelo sobre ésta. Partiendo del desconocimiento, al principio pensé que la lectura de Tito Livio no sería más que un ejercicio ocioso de anticuario. Sin embargo, al sumergirme en la obra, me di cuenta de que, al igual que La Guerra del Peloponeso de Tucídides, es mucho más que un simple ejercicio historiográfico; se trata de una obra mucho más enriquecedora, con profundas enseñanzas éticas sobre la política y la naturaleza humana.
Lo que sigue no son más que mis notas personales sobre el Libro I de Ab Urbe Condita, pero espero que resulten de interés para el lector. Me he centrado particularmente en el carácter de los siete reyes de Roma y cómo este influye en el desarrollo de este joven reino hasta la fundación de la República Romana, un proceso que se cubre en el Libro I.
A través de Tito Livio, podemos trazar una distinción clara entre los roles que desempeñaron los diferentes reyes en la fundación y consolidación de Roma. Empezando por su fundador, Rómulo, con su carácter guerrero y su enfoque en la expansión territorial, sienta las bases de la ciudad a través de un proceso de etnogénesis, unificando a diversos grupos bajo un nuevo orden social y político. Es decir, de manera muy general, podríamos decir que el primer paso para fundar la polis es tener un cuerpo político en el sentido más material, incluso biológico, siendo esta polis al fin y al cabo la mera organización de un grupo humano en un lugar concreto. De ahí que el primer paso sea crear el pueblo de Roma a través de la mezcla de gentes de diverso orígen y condición creando un grupo nuevo. Esto no debería entenderse como una especie de defensa del multiculturalismo, al fin y al cabo estamos hablando del mismo material humano en términos meramente materiales.
Su uso de la violencia, tanto en el establecimiento de la ciudad como en episodios como el rapto de las sabinas, ilustra que la fundación es un proceso originalmente biológico al seguir la lógica violenta propia de la natureleza ejemplificada en este primer paso, donde la identidad romana surge de la absorción y asimilación de otros pueblos. La creación del Senado y el reclutamiento de ciudadanos de diferentes orígenes refuerzan esta idea de etnogénesis, cimentando un pueblo con una identidad en construcción, pero unida por la lealtad al nuevo orden fundado por Rómulo.
En contraste, Numa Pompilio aparece como el rey que, tras el turbulento reinado de Rómulo, dota a Roma de una serie de valores y creencias comunes más allá de la lealtad a Rómulo. Introduce la religión cívica y establece un marco legal y ritual que dota de estabilidad a Roma. Mientras que Rómulo había utilizado la guerra para afirmar el dominio romano, Numa elige un enfoque completamente opuesto: mediante la introducción de leyes, ritos y la figura de los pontífices y los flamines, Numa no sólo organiza la vida religiosa, sino que también crea un sistema político basado en la armonía interna. Este cambio de dirección es crucial, ya que estabiliza a la joven ciudad y evita conflictos internos al crear un conjunto de creencias y prácticas compartidas que legitiman el poder y la cohesión social.
Tito Livio se desmuestra escéptico con respecto a los motivos de Numa, lo que queda patente cuando sugiere que este usó la religión como un mecanismo para engañar al pueblo, introduciendo un elemento de control social bajo el disfraz de la religión. Personalmente, me parece una visión cínica, incluso de lector de El Jueves. Aunque también es cierto que este engaño no tiene necesariamente para Tito Livio una connotación negativa en el contexto político. De hecho, Livio sugiere que, si bien la religión puede haber sido introducida por motivos cínicos, su impacto fue fundamental para la cohesión del nuevo estado.
No tengo demasiado que decir de los reinados de Tulo Hostilio y Anco Marcio, especialmente siguiendo esta línea de análisis del carácter de lo que podemos asimilar a la figura del Gran Hombre. Considero estos dos reinados como un periodo de transición entre los fundadores del reino y los que lo acaban corrompiendo, los Tulios-Tarquinios, especialmente a través de analizar el carácter arquetípico de éstos.
El proceso que abarca desde el ascenso de Tarquinio Prisco hasta el reinado de Tarquinio el Soberbio me parece la parte más interesante del libro I, especialmente por cómo nos ofrece tres arquetipos diferentes del tipo de hombre que alcanza el poder a través del carácter, el talento y la inteligencia personal. El primero de los Tarquinios, Tarquinio Prisco se hizo con el trono mediante su habilidad para manejarse entre las élites romanas, colocándose estratégicamente en el momento y lugar adecuados. Supo hacer campaña por sí mismo y presentarse como sucesor legítimo a Anco Marcio, lo que, si bien no lo convierte en un modelo de virtud, tampoco lo convierte en un personaje vil. Aunque era extranjero, su origen noble le otorgaba cierta legitimidad en un sistema que valoraba el linaje.
Por su parte, Servio Tulio es un caso completamente distinto: no contaba con legitimidad por origen. Independientemente de si su madre fue una esclava o una plebeya, su legitimidad no provino de su ascendencia, sino de su propio mérito. Su reputación como un hombre justo y noble, junto con la leyenda de la llama que rodeó su cabeza cuando era niño, lo señalaban como un líder predestinado no por su linaje, sino por sus propias virtudes y capacidades. Tenemos aquí lo que Thomas Jefferson denominaría un aristócrata natural.
Finalmente, tenemos el caso de Tarquinio el Soberbio, que representa el extremo opuesto. Su ascenso al trono se caracteriza por la violencia y la usurpación, lo que demuestra hasta dónde están dispuestas a llegar las élites con tal de no ceder el poder, especialmente ante la posibilidad de perder su posición a manos de advenedizos y plebeyos con más talento y mérito que ellos. Tarquinio ejemplifica cómo basarse exclusivamente en los orígenes y el linaje puede degenerar en la forma más pura de tiranía, cuando se emplean todos los medios posibles para mantener el control.
Otro elemento interesante que puede pasar desapercibido es el papel de las mujeres. Tito Livio, contradiciendo la idea de que detrás de un gran hombre siempre hay una gran mujer, parece sugerir que detrás de un hombre malvado siempre hay una mujer aún peor. El caso de Tulia, la esposa de Tarquinio el Soberbio, es claro: se trata de un ser diabólico que potencia a otro individuo de igual carácter, haciéndolo aún más maligno. El caso de Tánaquil es diferente, algo más matizado, y se presenta como un reflejo femenino de lo que ya es Tarquinio Prisco: una persona ambiciosa, con motivos no del todo nobles, pero tampoco alguien moralmente abyecto. De manera general, podemos decir que parte de la voluntad de poder de Prisco proviene de Tánaquil, quien lo influye constantemente, comportándose como lo que los chavales ahora llaman regañona. Ella también desempeña un papel fundamental en el ascenso de Servio Tulio, no solo con sus estratagemas al ocultar la muerte de Prisco, sino también con el discurso en el que define el arquetipo que Servio Tulio debe encarnar (edición de Gredos):
Hizo venir enseguida a Servio, le mostró a su esposo casi desangrado y, tomándole la mano, le suplica que no deje impune la muerte de su suegro, que no permita que su suegra sea el hazmerreír de sus enemigos.
«El trono —dice— es tuyo, Servio, si eres hombre, no de los que sirviéndose de manos ajenas han cometido un crimen incalificable. Alza la frente y déjate guiar por los dioses que preanunciaron tu gloria futura, rodeando un día tu cabeza de llamas divinas. Que ahora te anime aquella llama celestial. Ahora es el momento de despertar de verdad. También nosotros, aunque extranjeros, hemos reinado. Ten presente quién eres, no cuál fue tu nacimiento. Si tus ideas, por lo imprevisto de la situación, se embotan, al menos sigue las mías.»
Sobre la caída de Tarquinio el Soberbio y la fundación de la República, aunque ocurre en el Libro I, lo comentaré en la entrada dedicada al Libro II, ya que quería centrarme particularmente en el carácter de los reyes para extraer lo que creo que es una lección fundamental: confiar el poder a un solo individuo, por muy talentoso o noble que sea, es una apuesta impredecible que puede derivar en la degradación más profunda de las instituciones y las libertades de los gobernados.